Hace tiempo que le doy vueltas y vueltas al deseo de escribir una entrada sobre este tema, porque cada vez que menciono que estoy de acuerdo con la pena de muerte, siento como si los que me escuchan se espantaran y me vieran como si fuera una malvada al desear la muerte de mi prójimo.
Yo misma tuve mis conflictos al respecto, especialmente cuando empecé a seguir a Cristo, porque antes de ser cristiana ya estaba a favor de ello, y cuando escuchaba que Dios es amor y que ama a todos los seres por igual, y que vino a dar vida y vida en abundancia, me preguntaba, dónde encaja aquí la pena capital, cómo puedo pensar que eso agrada a Dios.
Pero la respuesta la encontré en la misma Palabra de Dios, en el Antiguo Testamento Dios deja leyes estipuladas, el Libro de Levítico contiene muchas normas y reglas que aún hoy en día son cumplidas por grupos que guardan
La Torá como lo hicieron sus antepasados, y para nosotros los cristianos, en el Nuevo Testamento también encontramos normas y reglas que debemos cumplir para obedecer a nuestro Señor.
Los
Diez Mandamientos dados a Moisés son tan vigentes hoy como lo fueron entonces, los fariseos viendo la manera de hacer caer a Jesús en controversia le preguntan cuál es el principal y grande mandamiento, y lo ponen a elegir entre los diez Jesús sabiamente les responde "amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: amarás a tu prójimo como a ti mismo" Mateo 22:34-40.
Entonces qué quiero decir con todo esto, que si amamos a Dios, cumpliremos sus mandamientos y si los cumplimos debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, y aquí entra el mandamiento NO MATARÁS, porque ¿cómo vamos a matar a quien amamos?
Pero qué pasa si matamos, al quebrantar la ley, quedamos sujetos a esa misma ley, como lo dice Mateo 5:21-22 "Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás, y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego". Jesús ve tan grave el llamar necio y fatuo al hermano, como matarlo, es cosa grave y culpable de juicio.
Entonces ¿se debe juzgar y condenar a la pena de muerte? Aquí es donde yo pienso que sí, porque si una persona es capaz de cometer crímenes horrendos, hacer daño a seres tan inocentes como los son los niños, con qué derecho van a vivir. No merecen habitar en medio de una sociedad que busca el bien, que trata de vivir en armonía y conservar la paz. Y me vienen a la mente las palabras del Señor Jesús cuando dice en
Mateo 5:29-30 que si el ojo o la mano es ocasión de caer, es mejor sacarlo y cortarla, porque es mejor perder uno de los miembros a que todo el cuerpo sea echado al infierno.
Y si no sólo es la mano y el ojo los que son ocasión de caer, si es la mente y el corazón, si es todo el ser, ¿no es mejor perderlos para salvar el alma? Porque para Dios nuestros cuerpos corruptibles no son valiosos, lo valioso es nuestra alma, así que los condenados a muerte, tienen la oportunidad de arrepentirse, de pedirle perdón a Dios y entrar al cielo, es ahí donde la misericordia de Dios se hará manifiesta y lo perdonará y le hará entrar a la patria celestial.
Cada día son más y más los casos donde el valor a la vida y el amor al prójimo son pisoteados, tratados como basura por seres que gozan haciendo el mal, no es justo que ellos sigan viviendo como si nada hubieran hecho, mientras impidieron que sus víctimas disfrutaran la vida.
La pena de muerte no es para dar satisfacción a las víctimas o a sus familias, no es para vengarse, pues ni el muerto revivirá ni se conseguirá la paz al verlo morir, pero sí se dejará un precedente y una enseñanza para que el asesino piense dos veces antes de cometer un crimen.