miércoles, 1 de enero de 2020

LA PRIMERA DEL AÑO

Al empezar el año no puede uno dejar de volver la vista atrás, recordar o evaluar lo acontecido con el año que termina, y ver que en medio de todo lo sucedido, Dios ha estado presente.

Cuando inicié el año 2019, no recuerdo si escribí algo, pero no quiero verlo, lo buscaré después, estaba desempleada, mi relación laboral de 28 años, había finalizado en octubre de 2018.  Era un poco difícil que a los 62 años encontrara un nuevo empleo, así que mis planes eran de intentar un negocio personal, algo que me permitiera continuar de abuela encargada de dos nietos, medio tiempo de lunes a viernes.  Lo difícil era decidirme por algo. No recuerdo cuántas vueltas le di a mi cabeza, hasta que recibí una llamada por medio de la cual me ofrecían un trabajo que satisfacía todas mis condiciones.

Por ese lado, puedo ver que el año fue bueno, el trabajo ha resultado muy entretenido, me gusta, y lo que es mejor, puedo atender a mis nietos y también tener disponible el fin de semana que me permite viajar para atender a mi mamá.

Y hablando de mi mamá, la situación no mejoró, al contrario, se ha ido complicando a medida que las capacidades de ella se vuelven mínimas, y con el agravante que no quiere ser atendida, ella piensa que todavía puede sola a sus 87 años, por ese lado, el año no fue bueno, la persona que encontré para que la acompañara, fue despedida después de 6 días de trabajo, mi mamá le encontró mil  defectos y la despidió.  Para este año, ese problema se va a ir incrementando y es necesario un milagro para encontrarle solución.

Y con la familia, las cosas van caminando, la hija que se fue a vivir sola, el hijo con novia, quizá este año se vaya de casa también, lo que pinta un año con un poco más de tiempo para mí. Eso se ve bien.

Por sobre todo, pongo las cosas en la mano de Dios, El sabrá lo que es mejor y lo hará.